El hombre de las 50 vidas: Cap.2 – Dudas y preparativos

Por Franco Seara

Ha pasado una semana desde el incidente con el hombre misterioso. No me había dado su nombre, ni de donde era, y tampoco pude volver a encontrarlo.
Les he contado lo sucedido a mis amigos, y ninguno me creyó. Me trataron de loco, o de que yo había hecho todo eso sin darme cuenta. Aunque les diga que no fue así, que el hombre fue real, empezaron a mirarme raro y a tomar sus distancias.
Decidí olvidar el tema e ir a una cafetería cercana, para dejar de perseguirme y poder seguir adelante con mi vida. Algo que, estoy en un momento importante, ya que no se que decidir. No tengo motivación, tampoco algún don en particular. No soy bueno en matemáticas, mucho menos en las artes visuales. No soy muy fan de la historia, como en la literatura. pero tengo que tomar una decisión.
Luego de entrar en la cafetería, y pedir lo que pido siempre (un café bien cargado y tostados), me dirijo hacia la mesa más alejada de la puerta. No quiero distraerme con nada ni nadie, necesito pensar tranquilo.
Después de sentarme, acomodo mis cosas y espero a que traigan mi pedido, machacandome la cabeza sobre que voy a hacer. Y en un momento, sin darme cuenta, se sienta alguien enfrente mío y me dice:

  • Mientras sigas diciéndote “no”, es seguir dando vueltas en el mismo lugar. Tienes que hacer un punto de quiebre.
    Levantó la cabeza para saber quién decía eso, y mis ojos casi saltan de sorpresa. Era el hombre misterioso que me defendió aquel día. Está delante mío, viéndome con una sonrisa y ojos cálidos.
  • ¡¡Es usted!! ¿ A donde… Cómo… Por qué…?
  • Tranquilo, niño, pregunta a la vez. Antes que nada, lamento haber desaparecido ese día, no me gusta llamar la atención, como tampoco ser aclamado por tanta gente.
    Se acomoda, deja su saco en el respaldo de la silla y su sombrero entre sus piernas. Luego de eso, continúa.
  • Se que tienes muchas dudas, y este es el mejor momento para hablar tranquilo y contestarlas de a una (Levanta la mano para llamar a la moza, pide un té de hierbas solo). Invito yo, lo tuyo también, tranquilo.
    Un instante después, dejaron delante de mi el café con las tostadas, y al señor le dejaron una taza vacía con una tetera, y un saquito de te color verde oscuro. Procede a poner el te en la taza, y luego vuelca el agua de la tetera. El olor amargo que procedía de su taza era demasiado fuerte. Yo agarré un saquito de azúcar, pero el hombre me dirigió una mirada de desaprobación.
    Luego de acomodarnos, termina diciendo:
  • Ya que estamos listos, procedamos a lo que nos compete.

Continuará…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *