El hombre de las 50 vidas: Cap. 1 – El encuentro

Por Franco Seara

El viaje en transporte siempre fue muy tedioso. Viajar apretado contra otras personas, respirar desde desodorante barato, perfumes de todo tipo de fragancias, más la ropa de los fumadores. Por suerte, estoy parado cerca de la puerta de salida y la próxima estación es donde bajo.

Desafortunadamente, mi descenso al aire libre es interrumpido por un sujeto (mal vestido, ropas harapientas y con señales de estar mal mentalmente) que bloquea mi salida, choca contra mí, haciendo que todos los objetos de mi mochila terminen esparcidos por la calle. Este individuo agarra, desafortunadamente, mi billetera, y empieza a correr. Recojo los demás objetos lo más rápido que puedo y empiezo la persecución.

Mientras mantengo el ritmo, uso mi celular para llamar a la policía, dando señales por donde estoy yendo mientras persigo al ladrón. Doblando entre esquinas, esquivando autos, bicicletas, motos, logro acercarme más y más. Llegando a un punto donde se acorraló él mismo entre edificios, se termina la persecución, logrando estar cara a cara con el sujeto.

  • Señor, está acorralado y la policía está por llegar – digo respirando forzosamente.
  • Lástima que solo va a encontrar tu cadáver – dice sacando una navaja de bolsillo, mientras se acerca a mí con una sonrisa de desesperación.

Aterrado por la situación y fatigado por lo corrido, pierdo el equilibrio y caigo hacia atrás. Levanto las manos intentando evitar la puñalada y cierro los ojos del terror.

Al pasar 10 segundos y no sentir nada, abro los ojos lentamente y veo al ladrón tirado en el piso, inconsciente, y a un hombre parado al lado mío limpiándose la mano. Lo primero que pensé es que era un policía, pero no llevaba uniforme y tampoco la placa, como ningún tipo de arma. El hombre me observa, sonríe y me extiende la mano para ayudar a levantarme. Al estar en pie me pregunta:

  • ¿Te encuentras bien? – pregunta con total normalidad en su voz.
  • Sí, señor, muchas gracias. ¿Es usted un policía? – pregunté sin pensarlo.
  • ¿Policía? (sonríe). No, solo soy un peatón que pasaba por aquí. Vi que estabas en peligro y no podía quedarme con los brazos cruzados… Lástima que fui el único que reaccionó. (su mirada de decepción era muy evidente)

Observo hacia la calle y veo un grupo de personas mirando hacia nuestra dirección. Todos estaban quietos, asombrados, otros con el celular en mano. Al instante, veo a la policía pasando entre la multitud a nuestro encuentro.

  •  ¿Qué pasó aquí? Muchacho, tú eres el que llamó a la policía sobre un robo, ¿no? – dice el primer policía dirigiéndose a mí. El segundo policía estaba hablando con el hombre que me ayudó, mientras un tercero estaba atendiendo al ladrón.
  • Sí – es lo único que pude responder.
  • ¿Puedes decirme qué ocurrió? ¿Peleaste contra el otro sujeto?
  • No, fue el señor que está al lado mío – y levanté la mano indicándole que fue el sujeto misterioso. El policía mira, me devuelve la mirada frunciendo el ceño. Observo y no había nadie junto a mí. Había desaparecido completamente.
  • Mira chico, no estamos para inventar historias. Cuéntame que pasó aquí y puedes irte. No me interesa si fuiste tú o un sujeto imaginario, cuéntame qué ocurrió y listo.

Le cuento al policía todo lo sucedido, siendo respaldado por algunos testigos que estaban ya presentes. Constataban todo menos la intervención del señor misterioso y el policía seguía sosteniendo que fui yo el que detuvo al atacante. Al terminar de responder las preguntas, el policía me dejó ir devolviéndome el celular y llevando arrestado al ladrón. Ya el tumulto de gente del lugar había desaparecido, pudiendo volver a hacer mi camino, sin poder evitar en pensar quién fue ese hombre. De dónde salió y cómo desapareció tan repentinamente. Supongo que a veces hay personas en el momento exacto en la situación adecuada y hoy fue ese día.

Continuará…

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