Insinuó que volverá a competir por la presidencia del partido, mientras la vicegobernadora y los intendentes del conurbano preparan su propio armado político. El peronismo provincial se hunde en una nueva interna.
La pulseada por el control del Partido Justicialista bonaerense vuelve a encenderse.
Tras semanas de silencio y especulaciones, Máximo Kirchner dejó entrever que buscará mantenerse al frente del PJ provincial, un cargo que ya disputan Verónica Magario y varios intendentes del conurbano alineados con el gobernador Axel Kicillof.
Consultado por periodistas sobre la situación del partido, Máximo aseguró que “no hay ningún tipo de discusión” respecto de la conducción y calificó las versiones sobre una renovación interna como “operaciones”.
Sin embargo, su respuesta —lejos de cerrar la controversia— alimentó las sospechas de que Kirchner prepara su contraofensiva para sostener el control partidario.
“Sobre el PJ bonaerense, el presupuesto provincial y el bloque de diputados nacionales, no hay novedades más allá de lo que uno pueda leer en off”, dijo el legislador, evitando confirmar o negar explícitamente su participación en la próxima elección interna.
La batalla por el partido
El mandato de Máximo Kirchner al frente del PJ provincial vence el 18 de diciembre, y el plazo para convocar a elecciones expiró a mediados de octubre.
Mientras tanto, dentro del peronismo bonaerense se multiplican las maniobras para definir el futuro de la conducción partidaria.
Por un lado, Verónica Magario ya comunicó su decisión de competir por la presidencia del partido, con el respaldo político del gobernador Kicillof y de una porción importante de los intendentes del Gran Buenos Aires.
La vicegobernadora, que no puede volver a integrar una fórmula bonaerense por restricciones legales, busca proyectarse como figura nacional y liderar el reordenamiento del peronismo posderrota.
Por otro lado, un grupo de intendentes intenta impulsar una alternativa de consenso para evitar que el PJ quede atrapado entre el kirchnerismo duro y el axelismo.
Entre ellos figura el jefe comunal de Lomas de Zamora, Federico Otermín, acompañado por Gastón Granados (Ezeiza), Federico Achával (Pilar) y Nicolás Mantegazza (San Vicente), quienes mantuvieron reuniones con Kicillof para evaluar el escenario interno.
Otermín es visto como un dirigente “de centro”, con diálogo tanto con el kirchnerismo como con el entorno del gobernador. Pero la derrota electoral del domingo cambió los equilibrios internos: el kicillofismo se inclinó finalmente por Magario, una figura más leal y políticamente previsible.
Una interna que desnuda el desgaste del peronismo
La disputa por el PJ bonaerense es apenas el reflejo de una fractura más profunda dentro del peronismo provincial.
Mientras Kicillof intenta conservar su poder territorial, Cristina Kirchner mantiene la influencia simbólica sobre el movimiento y Máximo busca retener la estructura partidaria, los intendentes —hartos de la conducción verticalista— presionan por renovar el liderazgo.
Detrás de los nombres propios, lo que asoma es un peronismo en crisis, atrapado entre el pasado reciente y la falta de un proyecto común.
Las alianzas cambian con rapidez, los gestos de unidad se diluyen y los reproches cruzados se multiplican.
A menos de un mes del cierre formal del mandato de Máximo Kirchner, el PJ bonaerense sigue siendo el espejo más claro del desconcierto que domina al peronismo argentino.